2024-12-08
La nevada que a finales de noviembre tiñó de blanco parte de la Catalunya interior fue más especial que nunca en un enclave concreto de la Alta Garrotxa: Sant Aniol d’Aguja. Los copos de nieve se fueron aposentando en el nuevo tejado que desde hace unas semanas cubre el edificio que se encuentra a pocos pasos de la ermita. Fue recibido como una especie de bautizo entre aquellos que hace unos años decidieron impulsar la recuperación de este emblemático refugio ante la constatación que el edificio podría llegar a desaparecer si no se ponían manos a la obra. Y fue literalmente así, a pico y pala, como nació el proyecto para recuperar el antiguo refugio de Sant Aniol d’Aguja, que este año 2017 acaba de cruzar el ecuador.

Las obras para recuperar el edificio superan el ecuador cinco años después del inicio del proyecto impulsado por voluntarios que quieren mantener este patrimonio histórico

Carla de Puig, Barcelona- LA VANGUARDIA

La nevada que a finales de noviembre tiñó de blanco parte de la Catalunya interior fue más especial que nunca en un enclave concreto de la Alta Garrotxa: Sant Aniol d’Aguja. Los copos de nieve se fueron aposentando en el nuevo tejado que desde hace unas semanas cubre el edificio que se encuentra a pocos pasos de la ermita. Fue recibido como una especie de bautizo entre aquellos que hace unos años decidieron impulsar la recuperación de este emblemático refugio ante la constatación que el edificio podría llegar a desaparecer si no se ponían manos a la obra. Y fue literalmente así, a pico y pala, como nació el proyecto para recuperar el antiguo refugio de Sant Aniol d’Aguja, que este año 2017 acaba de cruzar el ecuador.

Un desprendimiento evidenció en el año 2012 el mal estado de lo que había sido la rectoría del conjunto de Sant Aniol d’Aguja, donde resiste al paso del tiempo la ermita más antigua de la Alta Garrotxa. Sin la cubierta del edificio, aumentaba el peligro de que las paredes cayeran de forma progresiva y quedara en ruina total. El edificio, que entre 1957 y 1982 fue un refugio que acogía a senderistas y mucho antes haba sido un hostal, llevaba 30 años abandonado y si la voluntad era mantenerlo en pie, era necesario empezar a trabajar. El año siguiente y con la ayuda de un arquitecto se hizo una primera adecuación, unos trabajos mínimos para asegurar que las paredes seguirían en pie. Sería el primer paso de unas obras de gran envergadura que han conseguido en unos cinco años recuperar el volumen y estructura que la finca tenía hace 100 años.

Teja a teja y euro a euro

“Estamos haciendo el camino que toca”, asegura satisfecho Quim Oliver Tarradas Xari presidente de la Associació d’Amics de Sant Aniol d’Aguja. La agrupación nació de la necesidad que vieron varias asociaciones de hacer frente común para “mantener y recuperar este patrimonio”. A día de hoy la entidad está formada por el Centre Excursionista de Banyoles, la entidad excursionista Peu Alegre de Sant Llorenç de Cerdans y la Associació Cultural Terra Aspra de Montagut.

Con la rehabilitación, los impulsores quieren hacer un refugio con cos i ànima. El cuerpo, visto está, va tomando cada vez más forma. El alma hay que buscarla en el ímpetu con el que se ha puesto en marcha el proyecto de la mano de decenas de voluntarios que han conseguido subir 120 toneladas de material. Sacos de arena y cemento, bastidas, tablones y maquinaria de todo tipo se almacenan en una barraca a medio camino, a una hora del refugio. Excursionistas que siguen el camino de Sadernes y pasan por este punto colaboran subiendo, dentro de sus posibilidades, parte de estos enseres. Para subir los aperos más pesados, como las bigas para el tejado, se ha utilizado de forma puntual un helicóptero.

Además, para dar un empujón al traslado de todo el material, también se han organizado diadas maratonianas bautizadas como jornadas de helicoptering, después de que en uno de los primeros días de trabajo uno de estos estuviera ininterrumpidamente sobrevolando la zona. Sin ir más lejos, el próximo sábado 27 de enero se ha convocado el primer día de trabajo de este 2018 para empezar a preparar la próxima fase de obras.

“Es una comunión de la relación entre las administraciones y los voluntarios, que tiran del carro”, asegura. Quim Oliver explica que a día de hoy se ha superado el ecuador de las obras en las que se han invertido unos 350.000 euros financiados por la Diputació de Girona, la Casa Catalana de Perpinyà, la Generalitat y la Obra Social de la Caixa. También administraciones locales como Ayuntamientos de la zona, el Consell Comarcal de la Garrotxa y el Consorci de l’Alta Garrotxa, ente que aseguraba en conversación con este diario la importancia de conservar un conjunto arquitectónico e histórico emblemático como este.

Empresas y particulares también han contribuido en la financiación para reformar el refugio a partir de partidas más pequeñas. “Es la fuerza popular. La gente cree en el proyecto”, apuntaba Quim Oliver que explica, por ejemplo el programa de apadrinamiento de tejas. En total se han costeado 700 a partir de aportaciones de 5 euros, que se han decorado al gusto de cada padrino y que ahora forman parte del tejado del edificio. También se han hecho caminatas y conciertos para recaudar fondos. Cada euro cuenta.

“Si seguimos el ritmo actual en unos tres o cuatro años el refugio podría estar acabado”, explica Quim que reconoce que “hay que ser prudentes” y que no esconde el deseo que durante estas próximas etapas no falle ninguna pieza del engranaje. Durante las próximas fases se deberá dotar el edificio de servicios. Conseguir agua no va a ser difícil porque es un recurso abundante en la zona. La luz se conseguirá a través de un doble sistema: por una parte una turbina en el río que aprovechará la fuerza del agua; y por otra, un sistema de placas solares. Y, finalmente, el saneamiento se hará a partir de la instalación de un sistema de tratamiento que decantará las aguas. Los cálculos es que todo esto requiera una inversión de entre 250.000 y 300.000 euros.

Valle de acogida

“La presencia estable de personas en el refugio supondrá un beneficio porque habrá más control”, sostienen fuentes del Consorci de l’Alta Garrotxa. El ente, que vela por la conservación de la zona y regula cada verano el acceso motorizado al valle, apunta que las principales incidencias que se encuentran en verano son la acampada en zonas no permitidas, pequeños fuegos y acumulación de basuras. Apuntan que la existencia del refugio no tiene porque suponer un aumento de la masificación, sino que permitirá ofrecer “servicios de más calidad”.

Durante todo el año es una zona muy visitada por senderistas que siguen el mítico GR-11, el sendero de gran recorrido que cruza todos los Pirineos, que se identifica por unas marca rojas y blancas y pasa por la ermita. En verano el valle es muy frecuentado por la atracción de las pozas. Uno de los caminos para llegar hasta la ermita sale de Sadernes y serpentea el Llierca primero y la riera de Sant Aniol después, entre escarpados macizos. El escritor Marià Vayreda los describía como “runas de un anfiteatro colosal” que en algún momento incluso parecía que tenían que caerle encima. Lo narraba así en la novela referente del realismo literario La Punyalada, publicada a principios de 1900 y que tomaba este valle como escenario. De hecho, el punto de partida de esta obra es el Aplec dels Francesos, una cita histórica que se celebra cada mes de junio desde hace años. Porque hasta este enclave también se puede llegar por la parte francesa, convirtiendo así Sant Aniol d’Aguja en un punto interfronterero. En los años 70 y 80 familias que todavía vivían a caballo de la línea fronteriza aprovechaban la cita para reencontrarse.

Sea el origen que sea, aquellos que recalen en Sant Aniol d’Aguja, van a encontrarse por una parte, un refugio cerrado con los servicios habituales en estos albergues como una media pensión y, por otra, una zona reservada a ser refugio libre. “La idea es que el espacio sea popular, que todo el mundo se sienta a gusto”, sostiene Quim Oliver que sí que augura un aumento de visitantes y que apunta al hecho que el espacio también se convierta en un centro de interpretación y educación. “Hace 300 años se construyó como casa de caridad en un momento en el que el valle estaba lleno de gente. Esta esencia de acogida continuará”, concluye.
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